martes, 30 de septiembre de 2014

La honestidad es la mejor poesía.

Vengo a decirte que tengo buenas noticias: no todo me va bien.
No entiendes por qué eso es bueno, pero conozco telediarios peores.
Lo bueno es tu sonrisa un jueves por la tarde, pero eso no lo tengo.
Lo malo es que te escribo porque creo que me lees, y eso es horrible.
Empiezo a contarte lo bueno, que siempre nos gustó al principio,
lo primero es que creo que he empezado a madurar si madurar es callarse ante cosas que importan. Porque te veo y me quedo en silencio, y me importas, y te veo. Pero de poco nos sirve si jamás aprendimos a vernos las tiritas;
lo segundo es que que empiezo a madurar porque ahora sé que el condicional es lo mismo que el presente con un pero. Y puedo demostrarlo.
Y termino como todo termina, con lo malo de los días sin ti
y lo primero es que he perdido la cuenta del tiempo -de ese que hace tiempo ha dejado de pasar(nos)- que llevo intentando explicarte lo que en dos domingos desistí en explicarme a mi. Y no sé hacerlo, pero sé de una canción que sí (ya sabes, mi arte de vivir detrás de las canciones) y es que nadie más entiende mejor que Calamaro al amor;
y lo segundo, que madurar no ayuda. Y que al igual que sé que el condicional es un presente con pero, sé que eres mi condicional, mi presente con pero. Eres mi te querría, mi te quiero pero; pero igual te quiero


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