Pero es que te lo dije. Y te lo repetí. Y te lo volví a recordar. Me faltaron solo las señales de humo. Aunque la verdad, que una hostia a tiempo hubiera sido más efectiva.
Te avisé que nadie quiere a nadie desinteresadamente. Nadie. Sólo tú y porque eres imbécil (y tan terriblemente fiel).
Te recordé que te dejaras puesta la coraza, que los puñales por la espalda son difíciles de verles venir. Pero no, tú a lo tuyo, yendo a pecho descubierto, muy de "pasar de largo y poner el corazón", como si ganaras algo más que decepciones por ello.
Pero mira hija. Ahora las heridas te las curas tú sola a ver si así aprendes de una puta vez que no hay que fiarse de la gente.
Ahora te jodes. Pero bien. Que ya estás acostumbrada.
(conversaciones que tengo yo conmigo misma)
Ya sabéis, los lunes, que dan qué pensar.
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