lunes, 30 de septiembre de 2013

Poema de amor de un hombre con trastorno obsesivo-compulsivo.

La primera vez que la vi todo en mi cabeza se silenció.
Todos los tics, las imágenes constantes, desaparecieron.
Cuando tienes trastorno obsesivo-compulsivo en realidad no tienes muchos momentos tranquilos.
Incluso cuando estoy en la cama estoy pensando:
¿Cerré las puertas? Sí.
¿Me lavé las manos? Sí.
¿Cerré las puertas? Sí.
¿Me lavé las manos? Sí.

Pero cuando la vi lo único en lo que pude pensar fue en la curva de la comisura de sus labios.
Y en la pestaña en su mejilla.
La pestaña en su mejilla.
La pestaña en su mejilla.

Sabía que debía hablar con ella.
La invité a salir más seis veces en treinta segundos.
Ella dijo que sí a la tercera, pero ninguna de las veces que pregunté me pareció que se sintiera bien, así que tenía que seguir haciéndolo.
En nuestra primera cita, pasé más tiempo colocando mi comida por colores de lo que pasé comiéndola o hablando con ella.

Pero le encantó.
Le encantaba que tuviera que besarla para despedirme 16 veces, o 24 si era miércoles.
Le encantaba que me parara todo el rato al caminar hacia casa porque había muchas grietas en la acera.
Cuando nos fuimos a vivir juntos ella dijo que se sentía segura, como si nadie nos fuera a robar porque definitivamente había cerrado la puerta unas 18 veces.

Yo siempre miraba su boca cuando hablaba.
Cuando hablaba.
Cuando hablaba.
Cuando hablaba.
Cuando hablaba.
Cuando me decía que me quería, los bordes de su boca se curvaban hacia arriba.
Por la noche ella se acostaba en la cama y me veía apagar todas las luces, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas.
Entonces ella cerraba los ojos y se imaginaba que los días y las noches pasaban frente a ella.

Algunas mañanas empezaba a besarla para despedirme y ella se iba rápido porque estaba haciéndola llegar tarde al trabajo.
Cuando me detenía en las grietas de la acera ella seguía caminando.
Cuando me decía que me amaba su boca era una línea recta.
Me dijo que estaba ocupando mucha parte de su tiempo.

La semana pasada empezó a dormir en casa de su madre.
Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a ella; que todo esto fue un error.

Pero,
 ¡¿Cómo podía ser un error si no tenía que lavarme las manos después de tocarla?!
El amor no es un error.

Y me está matando que ella pueda salirse de esto y yo no.
No puedo.
No puedo salir y encontrar a alguien nuevo porque siempre estoy pensando en ella.
Normalmente, cuando me obsesiono con algo, veo gérmenes moviéndose por mi piel. O me veo a mí mismo siendo atropellado por una infinita línea de coches.
Y ella fue la primera cosa hermosa en la que me he quedado estancado.

Quiero despertar todas las mañanas viendo la manera en la que agarra el volante.
O cómo gira las manillas de la ducha como si estuviera abriendo una caja fuerte.
O en cómo sopla las velas.
Cómo sopla las velas.
Cómo sopla las velas.
Cómo sopla las velas.
Cómo sopla…

Ahora sólo pienso en quién más la estará besándo.
No puedo respirar por el simple hecho de que él sólo la besa una vez­ y no le importa si es perfecto o no.

Quiero tanto que regrese que,

Dejo la puerta sin cerrar.
Dejo las luces encendidas.

Neil Hilborn.



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